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Lo que ocurre no está hecho exclusivamente de puros intercambios económicos, materiales o culturales, sino de lo que nuestro corazón ?nuestro «espacio interior»? logre aportar ahí. El hombre no habita la patria de sus montes... Seguir leyendo
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Lo que ocurre no está hecho exclusivamente de puros intercambios económicos, materiales o culturales, sino de lo que nuestro corazón ?nuestro «espacio interior»? logre aportar ahí. El hombre no habita la patria de sus montes y ríos. Nuestra patria es nuestro corazón. Desde él, curamos o dañamos. Teilhard de Chardin escribía en su famosísimo libro El Medio divino que «la grandeza y la unidad del Mundo se realiza en torno a nosotros y en nosotros». No basta con informarse. Hay que formar el corazón.En muy buena hora está en boga la ecología, tratando de salvar la riqueza amenazada de nuestro mundo. Profundizando, el noruego Arne Naess sistematizó la «nooecología», que cuida la propia mente (nous) para salvar el mundo. Ya el Club de Roma (1979) alertaba de que nuestro planeta amenazado necesita de una sabiduría que brota «del desarrollo interno del individuo».No estamos ante una guía de jardinería de experiencias místicas, autoestimas y fortalecimientos del yo, sino ante una llamada a despertar el corazón. Tampoco se trata de una escalada a una lejana y difícil cima reservada a unos cuantos elegidos, sino, simplemente, de visitar el propio corazón. Es difícil imaginar que la crisis planetaria pueda solucionarse sin una transformación interior de cada hombre. Como Unamuno, no vendemos pan, sino levadura.JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ-MARTOS, jesuita y Psicólogo clínico en ejercicio, ha sido durante 40 años profesor de Psicología del Desarrollo en la Universidad Pontificia Comillas. Visita cárceles desde hace muchos años. Ha escrito varios libros sobre violencia, madurez humana, sexualidad. Sigue siendo colaborador asiduo, con numerosos artículos, en las revistas Sal Terrae y Manresa.
SAL TERRAE, EDITORIAL
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