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Ahora bien, si, por lo tanto, no tiene sentido alguno oponer de manera metafísica al modo como lo hace, por ejemplo, la extrema izquierda contemporánea el liberalismo cultural [] y el liberalismo económico [], entonces... Seguir leyendo
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Ahora bien, si, por lo tanto, no tiene sentido alguno oponer de manera metafísica al modo como lo hace, por ejemplo, la extrema izquierda contemporánea el liberalismo cultural [] y el liberalismo económico [], entonces se sigue necesariamente que estas dos declinaciones paralelas y complementarias del mismo software liberal están ellas mismas vinculadas de manera estructural con todos los progresos históricos del sistema capitalista. [] Poco importa, desde ese momento, que se parta de Milton Friedman, [] de Bernard-Henri Lévy o de Emmanuel Macron. El punto de llegada será, inevitablemente, siempre el mismo, a saber: un mundo [] convertido en íntegramente moderno (el que, en el fondo, Aldous Huxley tenía en mente cuando escribía Un mundo feliz), un mundo en el que Wall Street, Hollywood y Silicon Valley podrán por fin dar rienda suelta a todos sus fantasmas «posthumanos» y «transhumanos» sin tener que tropezarse jamás con el menor límite político o cultural ni con frontera geográfica alguna. Si el verdadero «progresista» es sobre todo el que exhorta a todos los pueblos de la Tierra a hacer «tabla rasa» de su pasado y a terminar con todos los residuos del «viejo mundo», entonces debería quedar claro que nadie está mejor armado para llevar a cabo semejante tarea que el mismo sistema capitalista.
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